Una vela para el diablo no es suficiente. El fuego del infierno corroe en el interior del demonio predilecto.

jueves, 6 de enero de 2011

-No te fías de nada.
-Alegación errónea, no me fío de ti.
-Oh vamos...
-Ya sabes lo que dicen de los demonios.
-Ya sabes lo que dicen de los ángeles...
Las últimas palabras que pronuncié, obligaron a perfilar en mi rostro una sonrisa malévola cual solo él podía apreciar. Mientras tanto: el tiempo no transcurría, seguía detenido en ese perfecto crepúsculo.
El musculoso ángel, desenvainó la espada cual colgaba sobre su espada, para colocarla a la altura de mi nuez. No pude evitarlo: por lo tanto gemí de dolor al sentir la esencia angelical del metal cuando éste se dedicaba a destruir los tejidos de mi piel cual ácido.
-¡Maldito bastardo!
Repetí sus actos pronunciados mientras me distanciaba lo justo para ganarle ventaja sobre la situación. Alcé la espada al aire y destello de chispas al mezclarse las esencias, provocó que parpadeara de forma considerable. Apenas deslizo las plantas de mis deportivas por los recovecos y finas planchas de las baldosas que cubren la acera, pisando el filo del bordillo. Su cuerpo se aproxima al mío y de un engañoso paso, caigo sobre el asfalto, apenas sujetándome con las dunas de mis manos. Su mirada fría y distante pero siempre guardando su cualidad angelical, se aproxima hasta mi posición sin dejar de observarme. Acto seguido, presiona el ancho de mi cuello con el filo de la espada.
-Bien, has ganado, mátame.
-No, no puedo, ni quiero.
-¿Por qué? Soy un demonio más.
-A pesar de ser repulsivo, todos nos merecemos una segunda oportunidad.

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