Una vela para el diablo no es suficiente. El fuego del infierno corroe en el interior del demonio predilecto.

jueves, 6 de enero de 2011

Contorneó sus pasos para aproximarse sobre mis pies de modo que delimitó su recorrido sentándose a la altura de mi pelvis. Sus ojos se achinaban por momentos y comprendí que tampoco quería matarme. No porque su esencia no se lo permitiera, en absoluto. Si no, que le sucedía exactamente lo que a mi.
Me quería y sentía que me necesitaba a su lado, no como un trofeo más, no como un demonio caído en una simple batalla urbana de esgrima. Ni tampoco colgaría mi espada en su pared con el nombre de Soul sobre una chapa metálica y un par de pinzas sujetadora de estantes, o trofeos, a saber...
Envainó su espada con delicados movimientos, y tan rápido como mi esencia me permitió ver, se alejó perfilando sus pasos delicados y perfectos. Su aura centelleaba por lo cual pude observarlo hasta que se hizo parte del horizonte y  su figura desapareció.
Pestañeé de forma atónita en busca de alguna explicación. Elevé mi cuerpo al apoyarme desde el asfalto y me decanté por envainar mi espada. Pisé el bordillo, y la brisa comenzó a tornarse en viento, el claxon del autobús se tornó irritante en mis oídos y comprendí, que nunca, hay que detenerse delante de un autobús, esté en movimiento o no. Nunca se sabe cuándo el tiempo transcurrirá y te arrolle sin más preámbulos una caja andante de hojalata sobre 8 ruedas. Nunca puedes predecir el futuro, aunque seas uno de los arcángeles más poderoso del infierno, el mismo siervo de Lucifer...

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