Una vela para el diablo no es suficiente. El fuego del infierno corroe en el interior del demonio predilecto.

miércoles, 5 de enero de 2011

Llega un momento que deseas partir el eje de la tierra cual cristal. Quieres detener el tiempo.
Y sientes que... El mundo se detiene ante tus pies, ya no gira sobre su propio eje, la sucesión de los días y las noches se han detenido en la mitad de un exquisito crepúsculo...
Sólo te limitas a contemplar las gotas de lluvia suspendidas en el aire desafiando la ley de la gravedad. Es fascinante, cuando con apenas la punta de un dedo la tocas y se vuelve humana. Su destrucción es tan dulce que te vuelves loco por destruir cada una de las gotas en suspenso. Y eso haces. Te vuelves adicto por destruir, hacerlo una y otra vez.
Te detienes delante de las personas y gozas del momento. Les contemplas, les robas el dinero que te plazca.
Vuelves a irte, dejas las cosas intactas para que nadie sospeche cuando la vida vuelva a la normalidad pero...
Al final de la acera, encuentras a alguien, ese alguien te contempla desde un punto de vista angelical... Te derrites y te sientes un demonio insensible... No puedes apartar la vista de sus dorados ojos, quieres detenerte, pero es tan tarde, como tarde para volver atrás. El tiempo se detuvo en ese instante para ti y él.
Le sientes... Le quieres con sólo contemplarle.
-No eres bienvenido.
-Lo sé, sólo estoy de pasada.
-¿Por qué?
Se limita a preguntar mientras te contempla desde su punto de vista doloroso.
-Lo siento.
Como fiel siervo demoníaco sólo intentas buscar el perdón con ingratas palabras cuales se lleva el viento aunque éste, permanezca quieto.
-Quiero ayudarte...
-¡No puedes!
Le intervienes mientras el perfecto y delicado ángel te contempla con excelencia, cortesía sin faltarte, pero tú... Tú no eres bueno y destruyes... No eres capaz de amar, ni de sentir. No lo eres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario